Cuando alguien carece de la sensibilidad necesaria para abordar determinados temas con normalidad, puede soltar frases del tipo: "con la cara tan bonita que tienes...". Inevitablemente, esas desafortunadas palabras dichas en un momento poco oportuno hacen mella. Y duelen, evidentemente. Automáticamente te dicen que eres fea porque aunque tengas la cara guapa, tu cuerpo no lo es y eso es lo que prevalece. Cuerpo sobre cara. Y como la cara es el espejo del alma, la primera se torna triste porque notas que por dentro algo se rompe.
A nadie le gusta que le digan que es feo, pero los feos con bellos cuerpos repletos de músculos que se acumulan de tres en tres, le sacan partido a eso precisamente. Pero cuando te dicen que lo que tienes feo es todo menos la cara, estás jodida. Y lo peor es que te lo hacen saber con ese tono de lástima, que es lo peor que se puede sentir por alguien. Y te hacen consciente de ello. Y tú lo único que quieres es que se abra un agujero en la tierra que te trague para siempre jamás.
Pero no es la postura correcta. Lo que en ese caso hay que hacer es sencillo: sacar la mejor de tus sonrisas, mirar a esa persona del mismo modo que te ha mirado a ti y tan sólo contestarle: "Al menos yo tengo algo bonito". Después de eso, te das media vuelta y te vas, sintiendo el triunfo latiendo en tu pecho y su inquietud a tus espaldas.
Has ganado otra pequeña batalla. Pero recuerda que la guerra es larga y vendrán más ataques de ese tipo. Sólo hay que estar preparada y tal como me enseñaron una vez: la mejor defensa es un buen ataque.