sábado, 3 de diciembre de 2011

Con la cara tan bonita que tienes...

Cuando alguien carece de la sensibilidad necesaria para abordar determinados temas con normalidad, puede soltar frases del tipo: "con la cara tan bonita que tienes...". Inevitablemente, esas desafortunadas palabras dichas en un momento poco oportuno hacen mella. Y duelen, evidentemente. Automáticamente te dicen que eres fea porque aunque tengas la cara guapa, tu cuerpo no lo es y eso es lo que prevalece. Cuerpo sobre cara. Y como la cara es el espejo del alma, la primera se torna triste porque notas que por dentro algo se rompe.
A nadie le gusta que le digan que es feo, pero los feos con bellos cuerpos repletos de músculos que se acumulan de tres en tres, le sacan partido a eso precisamente. Pero cuando te dicen que lo que tienes feo es todo menos la cara, estás jodida. Y lo peor es que te lo hacen saber con ese tono de lástima, que es lo peor que se puede sentir por alguien. Y te hacen consciente de ello. Y tú lo único que quieres es que se abra un agujero en la tierra que te trague para siempre jamás.
Pero no es la postura correcta. Lo que en ese caso hay que hacer es sencillo: sacar la mejor de tus sonrisas, mirar a esa persona del mismo modo que te ha mirado a ti y tan sólo contestarle: "Al menos yo tengo algo bonito". Después de eso, te das media vuelta y te vas, sintiendo el triunfo latiendo en tu pecho y su inquietud a tus espaldas.
Has ganado otra pequeña batalla. Pero recuerda que la guerra es larga y vendrán más ataques de ese tipo. Sólo hay que estar preparada y tal como me enseñaron una vez: la mejor defensa es un buen ataque.


viernes, 4 de noviembre de 2011

Cualquier tiempo pasado no siempre fue mejor

Recuerdo un tiempo (breve) en que fui flaca. Tanto que mi madre siempre me dice que de pequeña sólo tenía ojos y cuello. Pero de repente mi metabolismo quiso un día, de repente y sin avisar, jugarme una mala pasada y convertir todo cuanto ingería, en pequeñas acumulaciones en determinadas partes de mi cuerpo.
Reconozco que la peor edad fue la adolescencia. Ese cúmulo de situaciones embarazosas en las que te ves de repente envuelta y que se hacen montañas casi tan altas como el Everest. La terrible conjunción del primer amor (no correspondido, para hacerlo todo más fácil, claro está), el acné y los kilos de más pueden hacer mucho más daño del que se pueda tan sólo imaginar. Obviamente el noventa por ciento de los días del año piensas que tu vida es una mierda. Pero bueno, ese sentimiento es común a cualquier adolescente de cualquier época, década o siglo, excepto para los "elegidos", sin lugar a dudas (esa especie perfecta para la que todo viene rodado).
Sobreviví a todo eso. 
No fue fácil, pero aquí estoy.


Aterrizando

Me trae a esta página un hecho que me atrevería a denominar como kafkiano: un raro despertar hace dos madrugadas. Sin más, sin previo aviso, abrí los ojos expulsada de algún sueño que, como tantos otros, no logro recordar y me encontré de repente con la cabeza absolutamente despejada pensando tan sólo en una cosa; pensando en este blog, que tiene como fin mostrar las cosas desde el punto de vista desde el que yo las veo y aclarar que no por ser gordita se es menos.
Cansada de que desde todos los medios nos metan por los ojos que si no eres delgada como una sílfide no le sirves a la sociedad y de que nos quieran atiborrar de pastillas, batidos, brebajes, dietas de nombres casi impronunciables para estar divinas de la muerte (que por supuesto no funcionan), me rebelo, me niego a seguir ese pensamiento absurdo y fuera de toda lógica y lo expongo en este pequeño mundo que es la red.
De ahí el nombre "Bajo el prisma de Botero". Porque es un prisma a través del que ver las cosas, sin olvidar el sentido del humor, y "hacer crítica de la sociedad y sus costumbres cotidianas".