viernes, 4 de noviembre de 2011

Cualquier tiempo pasado no siempre fue mejor

Recuerdo un tiempo (breve) en que fui flaca. Tanto que mi madre siempre me dice que de pequeña sólo tenía ojos y cuello. Pero de repente mi metabolismo quiso un día, de repente y sin avisar, jugarme una mala pasada y convertir todo cuanto ingería, en pequeñas acumulaciones en determinadas partes de mi cuerpo.
Reconozco que la peor edad fue la adolescencia. Ese cúmulo de situaciones embarazosas en las que te ves de repente envuelta y que se hacen montañas casi tan altas como el Everest. La terrible conjunción del primer amor (no correspondido, para hacerlo todo más fácil, claro está), el acné y los kilos de más pueden hacer mucho más daño del que se pueda tan sólo imaginar. Obviamente el noventa por ciento de los días del año piensas que tu vida es una mierda. Pero bueno, ese sentimiento es común a cualquier adolescente de cualquier época, década o siglo, excepto para los "elegidos", sin lugar a dudas (esa especie perfecta para la que todo viene rodado).
Sobreviví a todo eso. 
No fue fácil, pero aquí estoy.


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